Plano general, color. Recreación de cuadro autopsia.
Manipulación fotográfica. Plano general, color. Recreación de cuadro autopsia transformado en cena sobre cuerpo de hombre desnudo con parejas desnudas y vestidas alrededor.
(c) Giovanni Troilo

Antes de nada, deberíamos de aclarar dos conceptos que la mayoría de la gente no tiene claros. Y muchos fotógrafos, desgraciadamente tampoco. No es lo mismo manipulación fotográfica y retoque fotográfico. Manipulación es quitar, añadir o mover elementos que estaban en el RAW original y edición es la modificación de parámetros básicos de ese mismo Raw: contraste, saturación, brillo… incluso el viñeteado.

Es decir manipular es cambiar y editar es ajustar. Una frontera muy difusa y porosa, es cierto, pero que hay que tener clara para hablar con propiedad.

Como también habría que tener claro que manipular, al contrario de lo que se piensa, no siempre es engañar al espectador. En el post anterior hablaba de Harry Fisch y de su efímero premio National Geographic. Retirado porque eliminó una bolsa de plástico de la escena. Un elemento que no aportaba nada estando, ni cambiaba nada desapareciendo. Su eliminación simplemente mejoraba la estética general de la imagen. La hacía más limpia. Ningún aspecto esencial de la información transmitible cambiaba sustancialmente. Y no tenemos que olvidar que era fotografía de viajes, no fotoperiodismo.

Porque manipular una imagen, en términos de fotoperiodismo, es engañar al espectador en el 90% de los casos. Darle una versión alterada de la realidad vivida por el fotógrafo. Y esta disciplina es, o debería ser, exactitud y fidelidad a esa realidad.

Un ejemplo claro de manipulación fotográfica es el de Giovanni Troilo . Ganó un World Press Photo, en 2015, en la categoría: “Contemporany issues”, por el trabajo documental: “The dark side of Europe”. Premio que le fue retirado poco después, tras una aluvión de denuncias, de todo tipo, que la organización comprobó que eran ciertas.

Teóricamente el trabajo del fotógrafo italiano, de acuerdo con la documentación que el mismo adjuntó a las fotografías, se basaba en los estragos que la crisis económica había causado en la ciudad Belga de Charleroi después de cerrar la mayoría de las fábricas que daban empleo a la población local. Troilo, incluso, había vivido allí, puesto que su padre trabajó durante unos años en una de esas fábricas.

Pero el resultado final estaba lleno de manipulaciones de todo tipo.

Había una deslocalización. Al menos una de las fotos se había hecho en Molenbeek y no en Charleroi. El fotógrafo belga Bruno Stevens denunció a la organización este hecho y aportó la identidad de uno de los modelos que participó en la escena. Se comprobó que era cierto. No solo se fue a otra ciudad para fotografiar algo que supuestamente pasaba donde el ubicaba el reportaje, sino que, además, la escena no era real. Había utilizado actores para generar una situación que no había conseguido (o querido hacer el esfuerzo de) fotografiar.

Y esta no fue la única vez que una foto era falsa. Había más recreaciones. En la imagen del coche con una pareja manteniendo relaciones sexuales en su interior, una de las que se hizo más conocida después de ganar el premio, una de las personas que aparecía era un familiar de Troilo que había acordado con él simular esta relación. Además de que el coche, claramente, estaba colocado contra una pared, con las luces encendidas, para que el rebote perfilara la escena. Nuevamente parece que había generado, sobre la recreación, las condiciones ideales para conseguir una fotografía “premiable”.

Pero el catálogo de manipulaciones no acababa aquí. También había varias descontextualizaciones. Imágenes reales y ciertas, pero con información adjunta, creada por el mismo, que transmitían una situación que no tenía nada que ver con la realidad que correspondía a esas imágenes. Como ejemplos: la fotografía de una comisaría que Troilo presentaba como una respuesta, del gobierno local, a la extrema peligrosidad de las calles, a causa del incremento de la delincuencia, que había generado los altísimos índices de paro. O la de un hombre confinado en su casa porque el miedo le atenazaba hasta el punto de no poder cruzar la puerta de su casa. Aterrador, ¿verdad?

Pues la verdad, a pesar de los pies de foto de Giovanni Troilo, es que el edificio de policía estaba proyectado años antes del estallido de la crisis económica, igual que las obras de construcción. Que se iniciaron cuando la situación todavía era de bonanza. El hombre aterrorizado es el propietario de una panadería. A la que acude todos los días. Pero en la imagen sencillamente estaba sentado con una expresión que le convino al fotógrafo.

El catálogo, casi, completo de prácticas prohibidas en fotoperiodismo. Manipulación de manual.

Quizás una de las definiciones más acertadas de esto fue la declaración que hizo Jean-François Leroy, director de Visa pour l’image, con, además, una cierta carga de mala leche: “Troilo puede que sea un artista. Quizás, incluso, con talento. Pero un festival de fotoperiodismo no es el lugar para él y sus aptitudes”.

Actualmente, en su web el proyecto ha cambiado de nombre, ahora se llama: “La ville noire y los pies de foto se han corregido de acuerdo con lo que la investigación de World Press Photo descubrió.

Y, ¿porque? ¿Por qué alguien que tiene una carrera como fotógrafo, con mayor o menor éxito, se arriesga a hacer algo que puede acabar con su trayectoria? En mi opinión hay dos motivos por los que un fotógrafo se convierte, o al menos lo intenta, en mentiroso y estafador.

Por una parte tendríamos que tener en cuenta el tipo de certámenes del que estamos hablando: World Press Photo, Visa pour l’image, Sony World Photography Award, Pullitzer, etc… Sitios en los que uno no esperaba encontrarse a fotógrafos que necesiten de la manipulación para conseguir imágenes de gran calidad. Y eso, se quiera o no, abre la puerta a los más “listos”. A los que “roban al despiste” o se “aprovechan del incauto”. Estos fotógrafos sabían que tenían una cierta impunidad a la hora de trampear con su trabajo, porque nadie iba a sospechar de ellos si estaba expuesto bajo el paraguas de marcas tan prestigiosas como estas. En las que, supuestamente, se pasan filtros exhaustivos incluso antes de ser aceptados a competición.

Este motivo puede parecer inocente. Pero eso es ahora. Apenas 10 años atrás, sin el desarrollo brutal de la fotografía digital y la popularización de la misma. La fotografía todavía era una disciplina para muy pocos. Y menos aún tenían conocimientos de edición con Photoshop y más reducido todavía era el grupo de los que sabían como se hacía un revelado químico. Con lo que el público normal no veía una manipulación aunque se la pusieran a medio metro de sus ojos. Y el jurado todavía confiaba en la honradez de los trabajos que les llegaban. Esto no quiere decir que no se produjeran manipulaciones… Por supuesto que se producían. Pero de manera excepcional. Eso sí, tenían la ventaja de que nadie estaba, aún, preparado para ellas.

Y el segundo motivo, íntimamente relacionado con el primero, tiene que ver con los medios que publican las imágenes y los ridículos precios que pagan, sin posibilidad de discusión o negociación, por los trabajos fotográficos. Entre 35€ y 50€ se paga por una crónica desde Siria. Este es el valor que tiene, para las grandes cabeceras de este país, que un fotógrafo se juegue la vida. Y, como habéis visto, si habéis hecho clic en el link, las asociaciones de prensa, en vez de pelear a sangre y fuego por sus miembros, se limitan a ver la vida pasar…

En consecuencia: ¿que tiene que ver esto con la manipulación fotográfica? La urgencia por destacar del resto, la necesidad de hacer que tu nombre suba hasta la cima de la lista de los miles de fotógrafos que hay en el mundo, para que sean los medios los que te busquen a ti y no tu los que llames a sus puertas.

Un premio internacional te pone en el mapa. Te convierte en alguien al que, por arte de magia, se le puede pagar mucho dinero, una semana después de haberte ofrecido 35€ o, incluso, rechazarte el mismo trabajo por el que ahora, premio mediante, vas a ganar una pequeña fortuna.

La manipulación está mal en el fotoperiodismo, no se puede tolerar y siempre hay que denunciar y rechazar. Pero, pensadlo… ¿no están abonando, condiciones como estas, el terreno para que cualquiera intente tomar un atajo? Que World Press Photo descalificara el 20% de los finalistas de este año, hasta el punto de no poder dar el tercer premio en la categoría de deportes, parece indicar que sí. La situación de la fotografía es mala, el desprecio de los medios hacia los fotógrafos no deja de crecer, la inutilidad de las asociaciones de prensa manifiesta… Desgraciadamente es, cada vez más, tonto el último.

Y aún hay otra reflexión que hacer y que no me parece que sea la menor. De hecho, creo que es la más importante, sobre la manipulación fotográfica. Todos, menos los hipócritas, sabemos que la gente no se comporta igual cuando hay cámaras, da igual que sean fotográficas o de vídeo, delante de ellos. Y, en este mundo híper conectado, hasta el más humilde guerrillero pastún, sabe lo que significa que le hagan una foto. Así que se comporta de acuerdo a las imágenes de milicianos aguerridos que ha visto en Internet y le han gustado. Si hace falta dispara, aunque no haya enemigos… Lo importante es ser como ese soldado que tiene idealizado en la memoria…

Y esto ¿qué significa? Que la primera y más importante manipulación es la llegada de los fotoperiodistas. A partir del momento en el que su presencia es manifiesta, nada a su alrededor va a suceder de manera natural. Nadie va a comportarse como lo haría si no hubiera testigos. Todos, verdugos y víctimas, se comportarán de acuerdo a lo que creen que se espera de ellos. O exagerarán o reprimirán sus impulsos… En cualquier caso, nunca serán verdaderas las imágenes que el fotógrafo se lleve de allí. Porque su presencia, su visibilidad, condiciona lo que sucede delante de él… No todo el mundo sabe ser James Natchwey, Manu Brabo, Samuel Aranda, Emilio Morenatti… 

Este es uno de los males del fotoperiodismo en la actualidad: la escenificación de la realidad. Voluntariamente (como algunos/as que llevan recibiendo reconocimiento, no se muy bien a que, desde hace años…) o involuntariamente, gracias a su torpeza a la hora de cubrir un acontecimiento. Pero lo peor es que esto ya se ha convertido en una dinámica habitual. En los conflictos bélicos se espera a los fotógrafos, los rebeldes posan frente a las cámaras, los soldados regulares les dejan empotrarse en sus unidades y se hacen los duros para ellos.

Muy pocos se arriesgan a estar en situaciones de combate real. Donde no hay tiempo para la escenificación, solo para salvar la vida. Porque ahí, rebeldes y soldados, cazan fotógrafos.

Deberíamos de reflexionar sobre lo que hacemos, lo que denunciamos y los culpables, reales, de todo eso sobre lo que parecemos estar de acuerdo que es malo. Deberíamos de recordar que uno de los padres del fotoperiodismo, Erich Salomon, (¿alguien, sinceramente, se acuerda de él?) se hizo un nombre haciendo fotos sin que los fotografiados supieran jamás (o casi) que lo estaban siendo. De hecho, alguna de sus cámaras estaban instaladas en maletines para poder disparar en sitios en los que estaba prohibido hacerlo o sobre personajes que no hubieran querido ser fotografiados como él lo hizo. Empezó con fotografías de tribunales y acabo haciendo fotografías para revistas de sociedad gracias a la extrema discreción, casi invisibilidad, con la que trabajaba.

¿A que os recuerda este tipo de fotografía?… Puede a alguno os esté empezando a dar una urticaria… Pero sí, es eso. Además de padre del fotoperiodismo, lo fue también de los paparazzi. Y no nos escandalicemos tan rápido. ¿Que colectivo fotográfico, ahora mismo, vive de fotografiar sin alterar lo que sucede frente a ellos? ¿O presenta sus fotografías sin el más mínimo retoque?…¿Quién está mostrando lo que fotografía tal cual pasó frente a ellos?

Ellos: los paparazzi. Y ya se que entre ellos hay garbanzos negros. De hecho los hay hasta podridos y, otro dia me extiendo sobre esto, conozco personalmente a alguno. Pero en su gran mayoría no se desvían ni un ápice, aunque no sean conscientes de ello, de las nuevas normas éticas, recién publicadas, de Word Press Photo. Pero tenemos la consideración que tenemos sobre ellos y por eso despreciamos sin mirar detenidamente. Porque como hay reporteros de guerra que solo sacan basura de su cámara hay paparazzis que consiguen antropología social con sus imágenes.

Y no seré yo el que diga que los paparazzis son los guardianes de la pureza del fotoperiodismo. Pero si que creo que deberíamos de, como decía antes, reflexionar, y no poco, sobre lo que hemos convertido el fotoperiodismo hoy en día: Teatro, malo y con autores pésimos.

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Antonio Pedrosa
Antonio Pedrosa
7 años

Chapó

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