proyecto autobiografía. Plano medio, color. Modelo con brazo levantado y pelo tapándole media cara y mirando a cámara.
(c) Alois Glogar

Autobiografía es el nombre del nuevo proyecto que empieza a publicarse hoy. Lleva gestándose, y continúa haciéndolo, desde hace algunos meses. Porque no ha sido fácil encontrar a las personas adecuadas para llevarlo a cabo.

Se trata de una reflexión sobre los tatuajes y las personas que los portan. Los verdaderos tatuados. Los que de verdad hacen con la tinta un ejercicio de invidualización y de reafirmación de un yo que les separa, de un modo u otro, del resto. Una vuelta a los orígenes del tatuaje: cuando su función era, precisamente, esa: la de diferenciar a la persona que los llevaba del resto.

Diferencia que podía ser, como en la época del imperio romano o griego, para marcar a los esclavos. O, como descubrió James Cook, en su exploración de las islas polinesias, para indicar el paso de la adolescencia a la edad adulta y, posteriormente, ir añadiendo más y más tatuajes cada vez que se era protagonista de un hecho honorable. Por eso la cantidad de tatuajes era la medida del respeto que se le debía a su portador.

Y mi intención de volver al origen, a la individualización, a la constatación de la historia propia, al relato íntimo metaforizado… Mi intención de ser puro en el concepto y en la plasmación es lo que ha hecho difícil la selección de las personas que participan en el proyecto.

Porque, no es difícil ver que los tatuajes, en la actualidad, son todo lo contrario. Son una manera de asimilación, de incorporación a un grupo que, además, ni tan solo está bien definido. Simplemente es un accesorio moderno que «hay que llevar» para seguir siendo moderno a toda costa. Y en esa deriva se llegan a ver personas que solo se tatúan las partes del cuerpo que se ven cuando se va vestido. Es decir… Se aseguran de que todo el mundo los ve y, en su imaginación, los admiran.

Pero al final (nada es imposible si se es constante) he encontrado a las personas adecuadas. A las que son poseedoras de tatuajes que hablan de ellas. De sus sueños, de sus frustraciones, de sus esperanzas, de sus heridas cerradas y abiertas, de las alas que les hicieron remontar el vuelo, de los miedos, de los triunfos, de lo que quedó atrás y, sobre todo, como decía al principio, de ellos.

Y ese es el concepto. Sus tatuajes son sus autobiografías. Su piel sustituyendo al papel y sus tatuajes a las letras.

Son personas, están tatuadas. Y las dos cosas son de verdad.

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