Actualmente los reportajes en zonas bélicas no se entienden sin un fotoperiodista que nos traiga a la mesa el horror del que somos capaces los seres humanos cuando nos olvidamos de que lo somos. Pero, que el ego no nos nuble la vista. El reportaje de guerra siempre ha sido, eminentemente, escrito.
Especialmente desde que Ryszard Kapuscinski redefinió el genero, entre las décadas de los 80 y los 90, rompiendo con la tendencia barroca del estilo americano de hacer reportajes que imperaba (y como no, se imponía) en todo el mundo y convirtió este género periodístico en una suma de todo lo que veía y sentía el reportero… incluidas las paradojas que continuamente lo llevaban a retratarse a el mismo como un cobarde que solo quería salir de la zona en conflicto (“Un día mas con vida“). Pero, a diferencia de lo que se puede ver hoy en día, sin dejar que la noticia se viera eclipsada por la presencia del propio reportero. Todo en función de hacer entender mejor los hechos al lector del periódico. Lecciones magistrales que hemos olvidado.
Aunque estas discusiones filosóficas sobre ética periodística tendrán que esperar a otro momento. Ahora mismo lo que nos interesa es otra cosa que también parece estar en desuso: bucear en la historia para saber de donde viene lo que hacemos. Averiguar quien fue el primero que hizo algo que admiramos y que casi todos los fotógrafos de casi todos los géneros aspiran a hacer: un reportaje en una zona de guerra. Y este hombre fue Roger Fenton. Fundador, en 1853, de la Photographic Society of London que, con el tiempo, se acabaría convirtiendo en la Royal Photographic Society y un reconocido (y famoso) fotógrafo de la época. Tanto, que fue durante muchos años fotógrafo de la casa real británica. Y, precisamente por eso, por esta amistad, se convirtió en el primer fotógrafo de guerra de la historia.
En aquellos años se libraba la guerra de Crimea y el periódico ”The Times“ había tomado la decisión de mandar a uno de sus reporteros a cubrir esa guerra. Hay que aclarar que este es un hecho sin precedentes. Puesto que, hasta ese momento, nadie cubría los conflictos bélicos. Las noticias que se daban sobre ellos en los periódicos provenían de los partes militares. Con lo que raramente un ejército nacional, especialmente el inglés, perdía una batalla. Pues bien, en 1854, un año después de comenzada la guerra, el director del periódico, John Delane, le encargó a William Howard Russell que partiera hacia la península de Crimea para que contara a los lectores del periódico, desde allí, por primera vez en la historia, cómo era una guerra.
Y lo hizo. Y lo hizo tan bien que no escatimó ningún detalle de lo desastrosa que resultó aquella campaña para el ejército británico. Una de sus más famosas crónicas, la que relataba como fue la, no menos famosa, carga de la caballería ligera, decía lo siguiente: “A las 11:00, nuestra Brigada de Caballería Ligera se precipitó hacia el frente… … A las 11:35 no quedaba un solo soldado británico, excepto los muertos y los moribundos, ante los sangrientos cañones moscovitas”.
Era la primera vez que los lectores ingleses leían una derrota de su ejército en la primera página de un periódico. Y el impacto fue tan grande que estas crónicas llegaron a ser discutidas en el parlamento. Se llegó a calificar, oficialmente, las crónicas de mentiras y se les prohibió a los soldados destacados en Crimea que hablaran con él. Tanto fue el enfado con este periodista que la propia reina Victoria I hizo llegar su malestar al periódico y se rumoreó que su marido, el príncipe Alberto sugirió al alto mando del ejercito inglés la posibilidad de ejecutar a William H. Russell. Por suerte para él, la solución que se tomó fue mucho menos dramática.
Y, en este punto de la historia, volvemos a la fotografía. La decisión que se tomó fue la de encomendar, y financiar, a Roger Fenton, amigo personal del príncipe Alberto, la misión de fotografiar el trabajo del ejército británico en la guerra de Crimea. Con una sola condición: no mostrar ni uno sólo de los horrores derivados del combate o la situación de guerra. Y así fue como, en 1855, el editor Thomas Agnew convirtió a Roger Fenton en el primer fotógrafo de guerra de la historia. Aunque lo justo será reconocer que no lo hizo solo, se llevó a uno de sus sirvientes y a Marcus Sparling como asistente fotográfico.
Realizaron un trabajo digno de héroes, con cámaras que necesitaban un tiempo de exposición de varios segundos… tiempo que, en una zona de guerra, es la diferencia entre la vida y la muerte. Pero, además, sus productos de revelado no funcionaban en ese clima, con lo que se vieron obligados a utilizan un cuarto oscuro móvil en forma de carromato tirado por caballos que tuvieron que arrastrar, detrás del ejercito británico, en todos los desplazamientos. Y, a pesar de esto y de varias costillas rotas, en los dos, consiguieron volver a Londres con más de 300 imágenes.
Y una de esas imágenes es la que encabeza este texto. El retrato de William Howard Russel que le hizo Roger Fenton, el fotógrafo al que habían enviado para neutralizar su influencia en la opinión publica británica, en la propia Península de Crimea. Un retrato que se publicó en una portada del Times en 1854 y que, a la postre, ha sido la imagen que ha pasado a la posteridad del primer reportero de guerra de la historia. Hecha por el, también, primer fotógrafo de guerra de la historia.