narrativa fotográfica y narrativa cinematográfica. Primer plano, color. Modelo en actitud pensativa y mirada perdida.
(c) Alois Glogar

A pesar de que fotografía y cine son dos artes muy similares, no son lo mismo. Como no lo son la ficción cinematográfica y la televisiva. Aunque viendo algunos trasvases de profesionales entre la una y la otra parece que la mayoría de los que trabajan en ellas no piensan lo mismo… Y a la vista están los desastrosos resultados cosechados, en multitud de ocasiones, en ese cambio de tipo de pantalla. Y por eso mismo, la narrativa fotográfica no tiene nada que ver con la narrativa cinematográfica.

En el cine, las historias avanzan a base de acumular pequeñas narraciones temporales. Es decir, que suceden en el tiempo. Estas narraciones suman información, teóricamente, desconocida para el espectador. Y así puedes ir ofreciendo una historia cada vez más compleja y progresiva. De esta manera, el espectador puede acudir a la contemplación de la obra sin ningún conocimiento previo sobre lo que se le va a contar. La sorpresa, de hecho, es un valor en el cine. La habilidad de hacer que la narración sea capaz de llevarte en una dirección mientras te hace creer que vas en la contraria.

Pero todo esto no es aplicable a la fotografía. Y cuando se intenta solo se consiguen esa especie de fotogramas congelados que tienen la misma vida que cualquier cosa congelada: ninguna. Además de que para que esa foto transmita alguna emoción, la que sea, debe contar con un conocimiento previo por parte del espectador. O bien de la historia en la que se basa, o de los referentes, del tipo que sean, que ha aplicado el/la fotógrafo/a…

Y esto, ademas de restringir de manera considerable la cantidad de gente que puede disfrutar de tu obra, la hace hermética. Solo la pueden disfrutar los que comparten tus referentes y, además, saben, o aciertan, con el uso que haces de ellos. Y los pedantes que disfrutan de lo que no entienden. Sencillamente por eso: «porque si no entiendo lo que veo es que debe de ser algo importante.» Y lo último que haría este tipo de gente es aceptar humildemente que no entiende una propuesta artística y preguntar para saber.

Y no es así. A veces lo que no se entiende, sencillamente, es porque es incomprensible. Y lo es porque quien lo ha creado no ha sabido comunicar. Y, a estas alturas, jugar al malditismo de «yo creo para mi»… Pues no voy a decir que sea mentira. Pero, si creas para ti ¿qué demonios haces en una red social?, ¿o publicando en Internet?… Pues eso. Que tapar tu ignorancia o incapacidad con el malditismo no es mas que una capa más de ignorancia o incapacidad.

Pero volviendo al tema del artículo; la narración en la fotografía funciona de otra manera. Solo tienes una imagen y una composición para contar lo que sea que quieras contar, con lo que no debes de esperar que nadie comparta tus conocimientos previos o este conectado, misteriosamente, a tus referentes estéticos.

Se tienen que manejar los referentes que son comunes, de manera mayoritaria, a la hora de construir metáforas con los elementos incluidos en la composición. Los que, de un modo u otro, forman parte de nuestra memoria colectiva. Esto no significa que no se pueda ser creativo, porque hay muchas maneras de asociar imágenes con significados, más o menos estandarizados, que, sumados, dan conceptos nuevos, únicos y matizados.

Y una vez seleccionados los elementos que queremos que estén incluidos en la composición tenemos que guiar al espectador a través de ellos de la manera apropiada para que la historia que planteamos llegue de la manera correcta. Para ello no nos podemos servir del elemento tiempo… o al menos no como en el cine.

Aquí podemos basarnos en los impulsos innatos que viven en el cerebro de todos nosotros. Los que nos hacen mirar primero hacia donde hay más luz y contraste y donde están los colores más vivos, por ejemplo el rojo, antes que los apagados. Conociendo esto y siendo delicado en el procesado de la imagen seremos capaces de guiar a los espectadores de las imágenes que creemos a través de los elementos que hemos colocado dentro de esa imagen. En el orden apropiado y con el tiempo conveniente… Y sí, aquí es donde está el tiempo en la narrativa fotográfica: en la guía de la mirada del espectador. En cómo dosificamos la información que le proporcionamos para crear el estado de ánimo apropiado. El indicado para recibir de la manera justa lo que le queremos decir.

Todos queremos contar historias… Pero no en todas partes podemos contarlas de la misma manera.

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