Plano medio, color. Modelo, desnuda y tatuada, mirando a sus espaldas con expresión asustada.
la duda como proceso creativo. Plano medio, color. Modelo, desnuda y tatuada, mirando a sus espaldas con expresión asustada.
(c) Alois Glogar

Probablemente la mayoría de los que empezáis a leer esto estaréis en desacuerdo con el título. Así que gracias por hacer clic, eso os hace personas curiosas y, me atrevería a decir, seguramente no estemos tan lejos, en nuestras ideas, si llegáis al final del post. Pero, volviendo al título y a la propuesta que me gustaría plantear: el lenguaje de la creación artística, al menos para mí, no es seguro y firme. Ni está basado en la aseveración. Es dubitativo, oscilante y su base es el tartamudeo.

Sí, esa forma de expresión que todos solemos asociar a personas no excesivamente brillantes intelectualmente. Un prejuicio. Como tantos otros que asumimos sin detenernos a pensar en la realidad. Pero no vamos a hablar de problemas físicos, vamos a hablar de creación artística. De fotografía.

Y en este campo, contrariamente a lo que es la corriente imperante, la aseveración constante, la seguridad inmutable, el absoluto… La sentencia… Todo esto que tanto gusta a los medios culturales, a los comisarios de las salas de arte y, por lo que se ve, también al público, no es, en general, más que un síntoma claro de vacuidad. De gritar más y más rápido, que no de razonar y reflexionar.

El tartamudeo, la duda, no es, como se piensa, un síntoma de pensamiento débil. No nos muestra a alguien que no sabe qué camino tomar. Si estamos hablando de creación artística, de fotografía, estamos hablando de resistencia a la vacuidad de la ocurrencia sin ningún tipo de reflexión. La duda, así, sería el proceso de «prueba/error» necesario en un proceso intelectual que busca un equilibrio entre el planteamiento teórico y la proyección práctica de ese planteamiento. De manera que la teoría diseña la posible aplicación práctica de su propuesta. Y la práctica pule y corrige, con sus resultados, la teoría originaria… Así, sin final previsto ni cerrado desde el inicio.

Y cada tartamudeo no es una inseguridad. Cada duda es la pausa que sigue al paso previo. Es el momento de ver el desarrollo que supone la aplicación práctica de la idea y la conveniencia de seguir el camino iniciado o desviarse.

La duda, el tartamudeo, sería, pues, en la creación artística fotográfica, la puerta de la reflexión intelectual frente a los desafíos creativos que nos encontremos en nuestro avance como fotógrafos. Sería la flexibilidad de un planteamiento artístico que no se encorseta, ni limita, a si mismo. Sería, en definitiva, la maduración correcta y tranquila de nuestras ideas.

Casi con total seguridad un camino más largo y tortuoso de lo que nos gustaría. Sobre todo porque vamos a ver pasar, mientras tanto, a un montón de genios que dicen serlo y les dicen que lo son. Pero por cada uno que de verdad lo sea, lo más probable es que haya un par de miles que no.

Aunque, llegados a este punto, no estaría de más puntualizar que aspirar a ser un «genio» (como el que aspira a ser «famoso») nos coloca, nos guste o no, en la categoría de quienes priorizan la forma sobre el contenido. La de los que saben lo que hacen… Pero no saben porqué lo hacen.

Uno puede aspirar a lo que quiera, faltaría más, pero querer ser «el final del camino» sin pasar por las etapas intermedias de ese mismo camino no dice demasiadas cosas buenas de nosotros.

La creación artística, y más en una disciplina como la fotografía, no puede evitar los pasos intermedios. No se puede pretender crecer sin asentar capas de conocimientos tras capas de conocimientos.

Los atajos, los saltos al vacío, crean zonas huecas en los cimientos de nuestro crecimiento fotográfico. Produciremos imágenes en vez de crearlas. Seremos unos obreros pero no unos artesanos. Y esas zonas huecas acabarán colapsando. Quizás aguanten toda nuestra vida… Pero seguro que no lo harán contra el paso del tiempo.

Aun así, no se puede obviar que eso, disfrutar de un cierto (o de mucho) reconocimiento, aunque esté restringido a círculos concretos, es algo muy tentador. Y, por eso no es extraño, que sean pocos los fotógrafos que asumen el tartamudeo como base de su discurso creativo y muchos los que abrazan la sentencia de absolutos.

Es una decisión tan libre como errónea. ¿Por qué desperdiciar la posibilidad de intentar hacer avanzar, aunque solo sea un paso, la categoría de la fotografía como arte?

Asumir este camino no nos garantiza ni el talento ni la trascendencia… Ojalá, ¿verdad? Pero, si tenemos la suerte de lo primero, lo segundo será para la posteridad y no para las redes sociales y los suplementos culturales.

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8 años

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Valora en Bitacoras.com: Candidato a los premios Bitácoras 2015. ¡Si te gusta el blog votalo pulsando este botón! ¡Gracias! Probablemente la mayoría de los que empezáis a leer esto estaréis en desacuerdo con el título. Así que gracias por hacer clic,..…

Gabriel
Gabriel
7 años

Muy buen articulo Alois, algo fresco, alentador y pacifico, que pone en duda lo mucho que aspiramos un montón, gracias.

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