Plano general, blanco y negro. Tomando fotografías, de espaldas, en la playa y sin camiseta.
Solo hacemos autorretratos. Plano general, blanco y negro. Tomando fotografías, de espaldas, en la playa y sin camiseta.
(c) Alois Glogar

Los fotógrafos nos pasamos la vida disparando sobre todo tipo de cosas, probando miles de encuadres, temperaturas de color, desenfoques, composiciones, modelos… Y al final, cuando te da tiempo de pararte un segundo y mirar tu obra te das cuenta de una cosa. Por mucho que hayas trabajado e investigado tu narrativa fotográfica… Hayas fotografiado lo que hayas fotografiado, solo has hecho autorretratos. Un autorretrato eterno.

No quiero decir que solo te hayas hecho fotos a ti mismo. Aunque pueda haber alguien que si lo haya hecho, hay egos que no caben en un país… Y seguro que todos tenemos, ahora mismo, uno o dos nombres candidatos. Pero, lo que quiero decir es que, lejos de pasar tu vida fotográfica haciéndote autorretratos, lo que si que has hecho, con casi total seguridad, es utilizar todas y cada una de tus fotos para hablar de ti. ¿Quien lo diría, verdad?

Por supuesto, estamos hablando de fotógrafos de verdad. No de propietarios de cámaras caras, incluso de estudios y academias de fotografía, que se limitan a repetir lo que han visto en libros, revistas y web con mayor o menor fortuna técnica. Esta gente, les llamaremos así, porque fotógrafos, desde luego, no son. Esta gente, como decía, se limita a repetir, hasta el infinito, en algunos casos hasta la nausea, cosas hechas, con lo que en ellas no late ningún impulso creativo, por mucho que ellos lo crean, y, en consecuencia, tampoco su alma, espíritu o esencia, según las creencias de quien este leyendo esto, late allí. Allí no hay mas autorretrato que el que se hace con toda la intención (y sin ninguna imaginación).

Porque, lo más probable es que esto sea inconsciente. De hecho lo es en el 90 por cien de los casos. Pero es así. Cuando uno empieza en la fotografía y busca por todas partes una manera de explicar a los demás lo que hace, te encuentras toda clase de descripciones. Algunas mas floridas que otras y algunas, directamente, vomitivas. Pero hay una que hace especial fortuna. Esa que dice, y seguro que la habéis oído, que lo que hace un fotógrafo es captar la belleza que esconden las cosas bajo capas de normalidad, rutina, aburrimiento, tiempo… Y no es del todo falso. Muchas veces es lo que hacemos. Buscamos el angulo bello de lo que a nadie se lo parece. Pero, siendo cierto, aun lo es más que lo hacemos a través de nuestros puntos de vista personales.

Y donde alguien ve un prado florido, otro ve un campo de batalla. Nuestra personalidad matiza la manera en la que miramos las cosas y, por supuesto, aun más la manera en la que miramos a través de la cámara.

Y yendo más allá, podemos asegurar que en los cambios estéticos que sufra nuestra obra fotográfica a lo largo del tiempo reflejaran nuestros cambios vitales. Las tragedias que nos toque superar, las alegrías que iluminen nuestra vida, los desengaños amorosos, los momentos que, de un modo u otro, nos marquen, en definitiva, acabaran «empapando» nuestras fotografías.

Si ya, de por si, manejar una cámara nos facilita dar una visión personal de la realidad, si ademas somos creativos esa visión personal se afina aun mas. En cierto sentido, lo que hacemos es utilizar la realidad para hablarle al mundo de nosotros mismos. Cada detalle en la imagen final es un matiz de nuestra personalidad.

Empezando por la manera en la que se aborda el tema fotográfico. Nuestra personalidad, formación, sensibilidad… todo esto determina la piedra angular sobre la que se construirá el resto de la fotografía. De la misma manera que el angulo de disparo elegido variara, a veces unos escasos milímetros, en función de cada uno. Y, todos hemos visto ejemplos, esos escasos milímetros dotan o privan de fuerza a la imagen. También el tempo del disparo: si la acción esta viva, se espera a que se detenga o se captura justo al inicio.

Y, al fin, donde probablemente esté el mayor matiz personal, el procesado de la imagen RAW. Cada capa y cada nivel de ajuste habla de como vemos la vida y de como entendemos nuestro paso por ella. Dificilmente será un acto consciente. Pero cada fotografía que publicamos es una parte de nuestra declaración de principios al mundo. Y toda nuestra obra fotográfica serian las piezas del puzzle de nuestro testamento visual.

Con toda probabilidad el autorretrato mas fiel que podamos hacernos.

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