Hay muchas maneras de “esconder” la falta de calidad de una creación. Pero hay una que parece transversal a las disciplinas artísticas y al tiempo. Y que ha conocido un crecimiento excepcional con la aparición de las redes sociales: la adscripción a alguna causa (la que sea con tal que esté de moda) que denuncie las injusticias que sufre cualquier minoría. Independientemente de que hablemos de género, sexo, raza, religión… La fotografía activista.
Del mismo modo que unos años atrás no eras nadie merecedor de la más mínima atención si no eras militante por los derechos del colectivo LGTBI (ni se llamaba así entonces) y tu obra (y tu discurso) lo reflejaban de manera inequívoca, posteriormente (una vez amortizada esta tendencia con la absorción de la misma por los medios “mainstream”), la “militancia obligatoria” se desplazó hacia los refugiados con el mismo proceso.
En realidad somos tan predecibles, como masa social, que no hay muchas sorpresas que esperar de nuestro comportamiento como colectivo… No hay más que ver cómo nuestro comportamiento en Facebook sirve para alimentarnos con noticias que nos van a hacer elegir a alguien como Trump… Predecibles es un adjetivo, se me antoja, incluso, demasiado amable.
Pero volviendo a lo que estábamos hablando. La cuestión de los refugiados empezó a amortizarse (aún no parece estarlo del todo en el momento que escribo esto) y coincidió con la ola de concienciación feminista. Súbitamente todo el mundo parecía haber empleado desde siempre las palabras claves de este movimiento: sororidad, empoderamiento, visibilización, cosificación, mansplaining, heteropatriarcado…
Antes de seguir quiero dejar clara una cosa, aunque ya sabemos que esta aclaración sólo valdrá para los que no han venido ofendidos de casa… pero si una cosa caracteriza (o eso pretendo) este blog es decir las cosas claramente. Para los que se estén preguntando si creo que estas luchas son necesarias o no… No hay matiz por mi parte: lo son.
La sociedad en la que vivimos es cada vez mejor y más justa. Pero eso no significa que sea todo lo buena y justa que podría (tendría que) ser. Ni los refugiados están siendo tratados como seres humanos ni las mujeres y los miembros del colectivo LGTBI tienen las mismas oportunidades que los hombres heterosexuales. Esto es así y discutirlo es de ciegos. Podemos entrar en matices, siempre los hay (de hecho DEBE de haberlos… nada es blanco o negro), pero los hechos son irrefutables. Se quiera verlos o no.
Y dicho esto, espero que quede claro que el tema de este post es otro. Uno grave para la profundidad de la calidad de la creación artística en general y de la fotografía en particular.
El problema que está contribuyendo a la “imbecilización” de la fotografía es que el activismo social y/o político se está convirtiendo en un factor determinante a la hora de ser “visto” por los comisarios de exposiciones o editores de publicaciones. La visibilización de la obra creada ya no depende de la calidad de la misma, si no de la implicación del autor/a en alguno de los movimientos que estén más en boga en el momento de la curación o selección.
Se recogen los latidos de las redes sociales. Un lugar en el que cada vez hay menos inteligencia y más bilis. Pero como remedo de la plaza pública griega que han acabado convirtiéndose (por causas que exceden lo que quiero hablar aquí y merecerían una serie de posts para explicarlo) generan un eco que todo el mundo, temeroso de perder la cresta de una ola ficticia, quiere seguir y recoger(amplificar) en el caso de los medios de comunicación. Pero lo que viene desde allí no es original, ni real. Solo son los que llaman a la revolución sin mancharse los zapatos de barro, los que van a las manifestaciones a traves de twitter, los que no arriesgan un trabajo por los derechos de los que no lo tienen, los que lanzan proclamas antisistema desde un móvil que vale el doble del salario mínimo…
Y entre ellos los fotógrafos/as que ven una puerta abierta (otra más de las muchas que ofrecen las redes sociales) para conseguir una notoriedad que la calidad de su trabajo jamás le hubiera permitido alcanzar. Solo tienen que sumarse a esa causa de la que todo el mundo habla, tuitear todo el tiempo sobre ella, añadir a todas sus fotos una explicación/justificación que la coloque de lleno (tengan que ver o no… casi siempre no) en el corazón de la causa… Convertirse, sin vergüenza, en miembros de un activismo parásito que prostituye la necesidad urgente de la causa original y contamina los esfuerzos de los/las que, de verdad, se entregan sin concesiones a la lucha por mejorar la vida de otros/as.
Un activismo parásito que, al mismo tiempo, se aprovecha de la legitimidad y necesidad de las reivindicaciones para establecer un sistema de sobornos y chantajes en las redes habituales de distribución y exposición del arte. No becar a este tipo de artistas “concienciados”, no exponer sin discutir su obra, o no cumplir unas cuotas numéricas (que para nada contemplan la calidad, solo una paridad artificial) te convierte en alguien a despreciar, a señalar y a crucificar, sin piedad, en las redes sociales. Y si, las redes sociales, insisto, no son el mundo real, de acuerdo con eso… Pero, como he dicho antes, el mundo real cada vez está más influenciado por las redes sociales.
Y el chantaje no termina aquí. A estos activistas parásitos (falsos y mentirosos) les basta con que un autor identifique su obra con algún tipo de marginalidad (de moda siempre) para considerarla blindada contra cualquier crítica. Venga de donde venga. Si se tiene la peligrosa ocurrencia de encontrar (y decir) los defectos o carencias de este tipo de “creaciones”, una avalancha de “militantes activistas” caerán sobre ti. Y no para discutir la crítica con argumentos estructurados… No. La crítica será un despliegue masivo de tópicos tan grande (seguramente más) como el que aseguran que tú has utilizado en la crítica. Sumado al catálogo completo de las descalificaciones correspondientes, según el tema que te hayas atrevido a criticar.
Es un discurso de confrontación. De “conmigo o contra mi”. Algo que es, frontalmente, contrario a la esencia de la creación artística. Si algo ha caracterizado a los creadores a lo largo de la historia ha sido su voluntad de no dejarse atar, de no quedarse encerrados en escuelas inmovilistas, de buscar caminos diferentes, de criticar lo que no les gustaba y reivindicar lo que les parecía que hacía falta… Pero, salvo que estuvieran al servicio de algún poder absoluto, no prohibían nada. Y, sobretodo, no decidían quién podía hablar, o no, sobre determinados temas. Eso tiene un nombre: censura. Y de la peor clase: previa…
Siempre se ha podido discutir de todo en el mundo del arte. Incluso en los episodios más oscuros de la historia de la humanidad, la comunidad artística, contemporánea a ese momento, mantenía un discurso crítico vibrante. Con la situación y con ellos mismos. Y de la reacción a esas situaciones nacían nuevos movimientos. Pop art como respuesta al expresionismo abstracto, surrealismo contra el racionalismo…
Entonces, ¿en qué se han convertido estos curadores y artistas activistas?… Avelina Lesper, la crítica de arte mexicana, da con una definición que comparto: “verdugos privilegiados, literalmente al margen de los valores éticos más esenciales”. ¿Exagerado? No. Esta gente ha olvidado (la mayor parte de las veces consciente y voluntariamente) el objetivo último del arte y solo están interesados en convertirse en un remedo de tribunal de buenas prácticas… ¿Nos hemos olvidado de que las reglas en el arte están para romperlas inmediatamente después de aprenderlas? Para esta gente, eso parece haber perdido toda validez. Solo vale un arte. El que ellos consideran que se ajusta a su “causa”.
Y una de las mayores virtudes del arte descansa en la capacidad de generar su propio lenguaje, independiente de la contemporaneidad que le rodea, reflejo de ella, por supuesto, pero independiente. Y este lenguaje, utilizado para la creación, mantiene un equilibro, delicado y, casi siempre, inestable, pero equilibrio al fin y al cabo, entre la forma creada y el significado contenido. La coherencia, si ese equilibrio se rompe, se torna muy complicada, por no decir imposible… o, lo que es peor, como en el caso de los fotógrafos/as activistas, si se crea sin tenerlo en cuenta.
Y por si esto no fuera suficiente, y ellos bastante imbéciles, este tipo de actitud lo único que consigue a medio plazo es deshumanizar el arte, convertirlo en un producto ligado a la inmediatez y caducidad de la demanda mediática. Un producto de usar y tirar que en muchos casos solo sirve para limpiar imágenes públicas o proyectar una que esconde la privada y real… menos vendible. Un low cost sin profundidad creativa y, por supuesto, sin ninguna trascendencia revolucionaria… ¿Revolución, qué es eso? Lo verdaderamente importante, para ellos, es perpetuar un clientelismo que han convertido en un estilo de vida.
Además de que en la mayoría de estos autores/as la adscripción de la obra a la “causa” es a posteriori… Es decir, dejémonos de paños calientes, siguen generando el mismo tipo de imagen: generalmente plana y carente de calidad y discurso. Pero acompañan la misma con un texto denso (no por la profundidad de la argumentación, si no por la acumulación de ideas inconexas y encajadas sin orden) que pretende justificar (normalmente con una épica infantil) los valores de la lucha adscrita que pretende contener su obra.
En realidad es lo mismo que si cogemos un contenedor de basura de la calle, lo arrastramos al interior de la sala de un museo, lo dejamos junto a una pared. Y en esa pared pegamos un folio (enmarcado y en letra microscópica) con un razonamiento que concluya que ese contenedor es una metáfora de lo que se nos haya ocurrido. Exactamente lo mismo.
Los creadores que, de verdad, tienen su obra imbuida de alguna lucha o reivindicación, no se pasan las 24 horas del día recordándolo. No es necesario. Sus creaciones hablan por ellos y no hace falta explicarlas, como un mal chiste. Se entienden por el espectador más formado y, para el que no lo está, inocula en su mente las ideas subyacentes en la creación. Quizás no haga efecto inmediato. Pero las ideas que transmite el arte son como las medicinas: raramente tienen efecto inmediato. Tardan en provocar la reacción que llevan dentro, pero lo hacen. Muchas veces sin que el espectador sea consciente de ello. Pero un arte, una fotografía, creada con una poso ideológico, moral, político… (lo que se quiera) inocula un virus en la mente de quien se detiene frente a él y le presta la atención debida.
El arte no puede ser único, no puede ceñirse a los designios de nadie, argumente lo que argumente. Un fotógrafo puede tratar los temas que desee, de la manera que le parezca apropiada… La libertad de expresión no es algo para tomar tan a la ligera como se está tomando. Cada uno debe de poder hacer lo que quiera y como quiera mientras no colisione con la libertad de expresión de otros. Y, aunque parezca una obviedad, ¿se nos ha olvidado que se puede ignorar lo que no nos gusta y centrarnos en lo que sí? Parece que sí, que ahora tenemos que vivir en un mundo de niños pequeños que no quieren tener delante nada que les disguste.
Pues no. El mundo, la creación, la vida… es lucha, es enfrentamiento con elementos que nos agreden, nos disgustan, nos frenan, nos duelen… Y, de esa lucha, nace lo mejor de nosotros. Como dice el proverbio inglés: “Ningún mar en calma hizo experto a un marinero”. Bienvenidos al mundo real.
Soy lo que la gente consideraría un activista, aunque yo lo llamo militancia. Además, por temas de curro hago fotografías, y además, fuera del curro, hago más fotografías. A veces, parte de mi compromiso con las causas perdidas (la lucha por la justicia social) requiere hacer fotos para documentar la mani, el acto, lo que sea. Nunca las publico en mi web, ni perfil del face, siempre las regalo a los colectivos que organizan. Y cuando alguna vez hemos tenido amenazas de enfretamiento (con los nazis, con la policía…) siempre lo he tenido claro: mi sitio está con mis compañeros,… Leer más »
¡Hola José Andrés! Lo primero agradecerte que sigas el blog y que dediques tiempo a comentar. Como siempre digo: nunca aprendo más que leyendo vuestros comentarios. Veo que estamos de acuerdo en casi todo, excepto en alguna cosa. La situación actual. Ciertamente es desesperanzador el día a día. Y si uno se para y echa una mirada a su alrededor no hay duda de que el color que predominará es el gris. Pero, en mi opinión, si alargamos la parada e intentamos tomar una cierta perspectiva podremos ver que, efectivamente, hay muchas mejoras asentadas. Cierto es, no puedo discutir eso,… Leer más »
[…] que, por cierto, como ya comente en otro post, no se puede contestar si no quieres que se te cancele. Y en realidad estamos frente a un caso […]